Dña. Diana Fernández Aramendi
Veterinaria Colegiada 33/1555
Socio CESP Nº 815
Se trata de una alteración gastrointestinal de comienzo espectacular y con frecuencia fatal que afecta a muchas razas caninas, pero en particular a las grandes de tórax profundo, entre las que se encuentra el schnauzer gigante.
Consiste en una dilatación rápida del estómago, lleno de alimento, líquido y especialmente gas; que conduce en ocasiones a un giro del mismo. La distensión del estómago afecta al esfínter esofágico inferior, que se ocluye, impidiendo el vaciado por eructación o vómito; y disminuye la motilidad gástrica, dificultando así el paso del contenido al intestino. Como consecuencia de la dilatación, la mucosa y el músculo liso gástrico sufren una necrosis isquémica, se ocluye el retorno venoso de las extremidades posteriores y del abdomen caudal, y se compromete la ventilación pulmonar.
A través de diferentes mecanismos, los órganos abdominales resultan dañados (hígado, bazo, riñones, páncreas, intestino) y se produce choque grave, endotoxemia y coagulación intravascular diseminada, que conducen finalmente a la muerte del animal.
La sintomatología por lo general es muy llamativa; el animal trata de vomitar sin éxito, se encuentra postrado y se aprecia dilatación en la región abdominal craneal.
Es muy importante recordar que se trata de una verdadera urgencia, y se deberá acudir al veterinario lo antes posible, pues de lo contrario, el desenlace fatal puede ocurrir en cuestión de pocas horas.
El veterinario podrá diagnosticar fácilmente esta patología realizando una radiografía abdominal al animal, donde podrá apreciar también si se trata sólo de una dilatación, o de una dilatación con torsión. En primer lugar procederá a la colocación de un catéter intravenoso para comenzar rápidamente la sueroterapia. A continuación realizará la descompresión gástrica, bien a través de una sonda orogástrica, o bien a través de punción estomacal; para extraer el contenido y realizar el lavado gástrico. En tercer lugar, se procederá a la cirugía, donde se retirarán los tejidos dañados, se completará la descompresión del estómago, y se procederá a su fijación a la pared abdominal (gastropexia). El tratamiento quirúrgico puede retrasarse hasta 48 horas; pero en ciertas situaciones, se convierte en un procedimiento urgente que debe iniciarse inmediatamente; por ejemplo, cuando hay evidencias radiográficas o ecográficas de peritonitis, cuando se extrae sangre tras sondar o cuando la descompresión no ha sido satisfactoria o es difícil de mantener. Cabe destacar, no obstante, que el retraso en el procedimiento quirúrgico puede aumentar el riesgo de arritmias, infarto esplénico o gástrico y perforación.
Es importante saber que esta patología tiende a recidivar con cierta frecuencia, sobre todo si no se realiza la fijación quirúrgica.
Durante el posoperatorio, el veterinario administrará animal antibiótico y protectores gástricos; y realizará una estrecha vigilancia para detectar posibles complicaciones (arritmias, vómitos, íleo, CID) y poder tratarlas a tiempo.
La alimentación oral no se instaura hasta pasadas 24-48 horas tras la cirugía, y es a base de dieta blanda especialmente indicada para animales convalecientes o con problemas gastrointestinales, y repartida en 3-5 tomas al día. La ingesta de agua se instaura también de un modo paulatino.
El pronóstico de esta situación es siempre muy grave. Entre un 30 y un 60% de los pacientes mueren, siendo un factor muy importante en este aspecto el tiempo que ha transcurrido desde el inicio de la sintomatología, hasta la actuación veterinaria. Un porcentaje elevado de las muertes ocurren en el período posoperatorio, como consecuencia de arritmias cardiacas.
Se ha sugerido en estudios recientes que los lazaroides, que son antioxidantes que inhiben la producción de radicales libres, pueden reducir las lesiones que se producen por restablecimiento del riego sanguíneo en las zonas isquémicas, y así aumentar la supervivencia.
Por último, haremos hincapié en las medidas que podemos tomar para disminuir al máximo las probabilidades de que ocurra esta alteración en las razas predispuestas (razas grandes de tórax profundo):
-No permitir hacer ejercicio físico después de la ingestión de alimentos.
-Dividir la ración diaria en dos tomas.
-Humedecer el alimento seco antes de la ingesta o mezclarlo con comida enlatada o casera.
-No alimentar con un cuenco que se encuentre en posición elevada, porque puede promover aerofagia.
Otros factores que pueden influir son: predisposición anatómica, íleo, traumatismo, trastornos primarios de la motilidad gástrica, vomitar, el estrés, el género masculino, una edad avanzada y no tener el peso adecuado.
Se ha sugerido una predisposición familiar, y asociación entre la dilatación-torsión gástrica y la enfermedad inflamatoria intestinal, pero ambas afirmaciones carecen de base sólida.
Se puede dar una dilatación-torsión parcial o crónica y, normalmente, es un síndrome progresivo, pero no con peligro de muerte, que puede estar asociado con vómitos, anorexia y/o pérdida de peso. Estos perros pueden tener signos crónicos intermitentes y encontrarse normal entre episodios. La mala posición gástrica puede ser intermitente o crónica, pero sin dilatación.